Muchas protectoras de animales alojan a los perros en cheniles individuales para evitar conflictos y prevenir la transmisión de enfermedades. Un estudio reciente sugiere que si pudieran convivir en parejas se reduciría su estrés, mejorando su bienestar y facilitando su adopción.
Un equipo de investigadores de la Universidad Estatal de Virginia y el Carroll College, en colaboración con la Humane Society de Western Montana, ha analizado el impacto del alojamiento individual y en pareja en el bienestar de los perros alojados en esta protectora de EEUU.
El estudio, publicado en PLOS ONE en junio de 2024, evaluó los niveles de estrés mediante indicadores conductuales y fisiológicos en 61 perros a lo largo de siete días.
Los investigadores midieron el comportamiento de los perros y analizaron sus niveles de cortisol, una hormona relacionada con el estrés, en la orina.
Los resultados mostraron que los perros alojados en parejas exhibieron con menor frecuencia tres comportamientos asociados al estrés: lamido de labios, gemidos y orejas hacia atrás. Además, los niveles de cortisol en orina disminuyeron más en los perros emparejados en comparación con los alojados individualmente.
También se observó que los perros en pareja fueron adoptados más rápido, con una reducción media de cuatro días en su estancia en la protectora.
Los autores del estudio destacan que, aunque el alojamiento en pareja puede requerir una adaptación inicial a un compañero nuevo, los beneficios a corto plazo superan los posibles inconvenientes. Sin embargo, advierten que es fundamental realizar una evaluación previa de la compatibilidad entre los perros para evitar conflictos.
El hallazgo desafía la práctica común de aislar a los perros en protectoras y sugiere que una correcta implementación del alojamiento en pareja podría mejorar significativamente su bienestar. Los investigadores proponen ampliar los estudios para evaluar los efectos a largo plazo y explorar estrategias que permitan la socialización controlada de los perros en entornos de acogida.
Este estudio aporta evidencia científica para que las protectoras reconsideren sus protocolos de alojamiento y busquen estrategias que prioricen la salud emocional de los perros, lo que podría aumentar sus posibilidades de encontrar un hogar definitivo.